Excursiones por las Arribes del Duero
Volver al Prólogo

El Huebra a su paso por Bogajo ¿Huebra o Yeltes?

 

Hoces del río Huebra

  • Puente Resbala - Arroyo de Valcarboso - Bermellar

     Día 10-11-92. El Río Huebra nace en la Sierra de Tamames, estribaciones norte del Pico Cervero, cruza las dehesas salmantinas y entre Bogajo y Yecla de Yeltes, recibe el aporte del Río Yeltes, este último tiene su nacimiento en las laderas de la Peña de Francia. Juntos terminan su recorrido en el Río Duero por debajo del Embalse de Saucelle, es en este último tramo de unos 40 km. donde el Huebra ha excavado profundos tajos y violentos giros para descender desde los 600 m. de altura hasta los 200 m. en que lo recibe el Duero. Hay zonas escarpadas donde esos 400 m. de desnivel producen un estrechamiento del cauce con abundancia de gigantescas rocas arrastradas por el agua en sus crecidas y depositadas en medio del lecho, estas grandes rocas han sido alisadas por las aguas de tal forma que estando húmedas es absolutamente imposible poner el pie en ellas, lo que dificulta enormemente el seguimiento por el cauce en algunos tramos. En otros puntos Una de las buitreras de las Hoces del río Huebra el agua se remansa conformando grandes y profundas pozas con estrechamientos laterales que impiden también la continuidad. Río arriba, desde el Puente Resbala hacia la unión con el Yeltes, funcionaron, antiguamente, molinos que aprovechaban la fuerza hidráulica para la molturación del grano. Estos viejos molinos cumplieron una importante función en su día, épocas en que no existía la electricidad en las comarcas de alrededor, incluso hasta fechas muy posteriores a la construcción de las grandes presas de Saucelle y Aldeadávila, los pueblos que aportaron la cercana y muy barata mano de obra, donde perecieron muchos de los obreros que allí trabajaron, como consecuencia de lo inhóspito del terreno, la falta de medidas de seguridad y los medios técnicos actuales. Muchos de estos pueblos no recibieron la electricidad hasta bien entrada la década de los 50, por tanto, la harina para la producción del alimento básico, el pan y los piensos para los animales, no había otra forma de obtenerla si no era a través de los viejos molinos. Sirvan estas líneas para homenajear a aquellos molineros que con sus tres acémilas, cargando y descargando al hombro los sacos de grano de 70/80 kg. hacían el viaje de ida y vuelta en el día, de 4/5 km. trabajaban sin parar en el molino durante toda la jornada y como pago recibían una pequeña proporción del grano triturado. Estos molinos, entre el Puente de los Siete Ojos, por debajo de la unión del Huebra y el Yeltes, hasta el Puente Resbala, unos 15/16, hoy día en completo abandono y destrucción, sirven de recuerdo a su humilde aportación a la economía de los pueblos de alrededor.

     Voy junto a mi amigo Celestino, dejamos el coche en el Puente Resbala en esta fría y hermosa mañana de otoño para comenzar el descenso, hasta donde sea posible, por el cauce del Río Huebra. Al principio bajamos por la margen derecha pero enseguida hemos de bajar al cauce, que baja con muy poca agua, afortunadamente, pues de haber mucha agua hubiera sido imposible hacer el recorrido. A veces hemos de retroceder y buscar otro paso diferente pues los grandes bloques nos impiden el paso, en otras ocasiones hemos de abandonar el lecho del río y comenzar a ascender por las inclinadas laderas hasta tomar altura y casi llegar a la plataforma superior. El río realiza giros a derecha e izquierda para labrar su camino y evitar también los murallones que le impiden continuar en línea recta, la verdad es que es un paisaje abrupto y salvaje, solo en algunos puntos donde un pequeño arroyo, sea por la derecha o la izquierda, ha realizado un pequeño valle para desembocar en el Huebra, en estos puntos con alguna vegetación y suave inclinación es posible el ascender y descender con cierta facilidad. Cuando subimos a la plataforma o planicie, vemos las montañas de escombros sacados de viejas minas que en su tiempo fueron explotadas, especialmente de wolframio, mineral, según parece abundante por la zona y que durante la II Guerra Mundial tuvo especial relevancia al ser utilizado militarmente. Esta zona tuvo una importancia para dicho tráfico, que en muchos casos lo fue de forma ilegal, pues el Eje y los Aliados se disputaban el control del estratégico mineral y al ser zona fronteriza y con intereses contrapuestos, daba lugar al paso incontrolado. Mas adelante, donde el río realiza un doble giro radical, sobre grandes y escarpadas paredes hay un posadero de buitres, una numerosa colonia, de al menos 50 ejemplares, otea los alrededores, por tanto no nos acercamos demasiado, es posible que tengan los nidos en dichas paredes. Las rodeamos todo lo que podemos, estamos en el término de Saldeana, muy cerca del pueblo, cuando llegamos al Arroyo de Valcarboso, descendemos al cauce del Huebra, lo cruzamos hacia el otro lado e iniciamos Hoces del río Huebra el ascenso por la ladera contraria, por donde baja otro arroyo. Rápidamente nos encontramos con una senda que poco a poco se va convirtiendo en camino y que nos llevará, según el mapa, hasta el pueblo de Bermellar. Aquí hacemos una parada en el bar, nos tomamos el bocadillo y poco después de mediodía iniciamos el retorno al Puente Resbala por un camino que nos permite ir por lo alto de la plataforma contemplando el profundo desnivel del Huebra de este otro lado. A media tarde llegamos de nuevo al coche y regresamos a Salamanca.

  • Puente de la Molinera - Campanario de Saucelle - Los Barceales

     Día 14-12-92. Comenzamos el itinerario ahora muy cerca de la desembocadura del Huebra en el Duero, abandonando el coche en el mismo Puente de la Molinera, esta carretera comunica Hinojosa de Duero con Saucelle. En toda esta zona de Los Arribes, en las laderas de los ríos y arroyos, protegidos de los fríos vientos del norte, especialmente en el crudo invierno, se cultivaron vides, olivos, almendros y demás productos agrícolas que generaron una forma de vida para las gentes de estas lejanas y mal comunicadas tierras, su comercialización se realizaba de pueblo en pueblo con carros tirados por animales, el vino en grandes "pellejos", era todo un acontecimiento al llegar a los pequeños pueblos y vender sus productos en la plaza. Los aceiteros también surtían de sus productos, aunque en este caso, el aceite siempre fue sustituido por la manteca del cerdo para la mayoría de las necesidades culinarias. Había una economía del trueque, acudía a los pueblos la camioneta que compraba los huevos, gallinas, pollos, etc. y de vez en cuando recorría el contorno el vendedor de bacalao y la palometa, bonito, atún, etc. que se vendía en grandes toneles de madera.

     Los bancales, ahora abandonados, en las laderas nos recuerdan las pequeñas explotaciones artesanas, también las casetas de ganado, arruinadas y desvencijadas, que nos encontraremos en este pequeño periplo por las márgenes del Río Huebra. Tomamos río arriba por nuestra izquierda, por una senda que al principio está bien definida y que sigue a unos 20/30 m. por encima del cauce y que nos lleva hasta unas casetas de ganado en estado ruinoso. Seguimos hacia una zona escarpada por donde baja el Arroyo de Ferradores y que en sus lados se conforman unos torreones, es la zona llamada El Campanario de Saucelle. Como vemos que el cauce, a bastantes metros por debajo, se suaviza en un giro del río, por grandes lanchares, decidimos bajar a almorzar al lado del agua. Estamos casi a 200 m. de altura y el sol es muy fuerte, no corre el aire y la temperatura es casi primaveral. Mientras nos tomamos el bocadillo, observamos las marcas que el agua ha dejado en las rocas muchos metros por encima del escaso cauce actual, ello es indicación de las enormes avenidas que se han producido en situaciones puntuales, por tanto, imaginamos una gran crecida, las turbulentas aguas bajando y arrastrando las gigantescas rocas, árboles y todo lo que a su paso encontraran, aterrador. Imaginamos también los molinos y los molineros en tales situaciones, pues estas crecidas se debían producir con cierta rapidez, sacando los aperos, grano, animales, a toda velocidad y escapar por las empinadas sendas trazadas en las rocas, sus molinos tapados por las negras aguas. Que dura su vida.

Hoces del río Huebra

     Continuamos cauce arriba, ahora por el lecho de roca y en algunos casos saltando, trepando y destrepando por las gigantescas rocas de varios metros de altura. Vemos viejas y abandonadas sendas y caminos, en ambos márgenes, que suponemos comunicaban unos pueblos con otros y también para el escaso aprovechamiento agrícola y ganadero. Llegamos hasta una zona denominada Los Barceales y retornamos sobre nuestros pasos, es curioso que en ambas ocasiones no hayamos visto ni oído a nadie por los alrededores, solamente el planeo de la colonia de buitres y algunos pajarillos, más bien pocos.

Fuente: Cuadernos de viaje de Juan Holgado.