Historia de Bogajo
Noticias antiguas de Bogajo

      Libro sobre Bogajo

Textos de Jesús Encinas García

Cancionero popular      

     En esta sección se relata la evolución del municipio: según se expresa en la segunda cita de la página 73 de la obra "Historia de Ciudad Rodrigo" del historiador mirobriguense Dionisio Nogales-Delicado, Bogajo, junto con Los Santos, Guadapero, Sesmiro y Lerilla, pertenecía a los Templarios, hasta la disolución de esta orden en 1311, pasando entonces todos ellos a manos de la Corona, que utilizó las rentas de sus habitantes para hacer frente e los gastos de la Reconquista.

     En lo referente exclusivamente a Bogajo, ya en el siglo XII pertenecía a los Caballeros de San Julián del Pereiro (que desde 1213 se denominó de Alcántara), fundada en Salamanca por el obispo Ordoño (1159 - 1164) a petición de los hermanos Don Suero y Don Gómez Fernández Barrientos, pertenecientes a la nobleza de la provincia y a la regla del Císter, cuyos miembros era a la vez monjes y guerreros.

     Según los indicios disponibles en la actualidad, la primera vez que se hace referencia a Bogajo en un documento escrito es en La Bula de erección de la Diócesis de Ciudad Rodrigo de Alejandro III, realizada en 1175. Según ésta en el municipio debía situarse el Monasterium de Peraria, en una zona conocida como "la de las Torrecillas", con una imagen de la Virgen del Peral, que actualmente es la patrona del pueblo. El origen de esa imagen no está claro, ya que existen dos versiones para explicar el nombre de la virgen:

  • La fantasía religiosa popular ha rodeado la imagen de una leyenda, según la cual se apareció sobre un "peruetanero" (peral silvestre).

  • La otra versión está relacionada con la actividad de los templarios, que transformó la cultura, la economía y el comercio por toda Europa durante la Edad Media. En España, la Orden del Temple cobró indudable protagonismo en la cruzada contra los árabes para consumar la Reconquista. Fue aquí donde demostraron su superioridad en la estrategia militar y donde recibieron fuertes recompensas por los servicios prestados. La provincia de Salamanca fue uno de sus muchos asentamientos y lugar donde posteriormente se celebró el proceso contra los templarios. Una orden que siempre lleva aparejado un halo de misterio y fantasía que inevitablemente condujeron a enriquecer el folclore popular con relatos para explicar el origen de determinadas tallas que actualmente se veneran en nuestros pueblos. Así ocurre con la Virgen del Peral de Bogajo: cuenta la leyenda que "había una vez un joven pastor que llevaba con esmero el ganado por tierras del Abadengo. En aquel entonces se esparcía por la finca de Las Torrecillas media legua de perales, tan frondosos como prolíficos, cuyos frutos eran sabrosos (Bogajo siempre fue cruce de caminos, de ahí su importancia en la trashumancia, pero su cercanía con Las Arribes también le confieren abundantes pastos entre dehesas, sierros y pequeños ríos. Una singular orografía que en ocasiones propicia la existencia de árboles frutales más propios de parajes mediterráneos). El zagal gustaba de acudir allí cada mediodía. Mientras el ganado pastaba él recomponía fuerzas con el suculento postre. Pero una soleada mañana de junio algo trastocó su habitual tranquilidad. El casco de unos caballos resonaba a lo lejos. Al principio el pastor no le dio importancia. Será uno de tantos comerciantes de paso por estas tierras, pensó. Pero nada más lejos de la realidad. El trotar del jamelgo era cada vez más atronador. Más cercano. El zagal comenzó a impacientarse. De repente apareció por el horizonte de la dehesa un veloz caballero. La impaciencia se transformó entonces en temor. Eran tiempos de persecución a los templarios, de venganza y muerte. El pastor creyó que podría tratarse de un caballero huido que no querría dejar rastro de su presencia por lo que podría acabar con su vida. De ahí que decidiera esconderse en lo alto de uno de los perales. El jinete se detuvo al llegar a los árboles, miró hacia los cuatro puntos cardinales para cerciorarse de que se encontraba solo y bajó del caballo. Entre sus brazos portaba algo. Desde su escondite el pastor no día discernir con exactitud el contenido del objeto, cubierto con una tela. El caballero fue perdiéndose entre los árboles. Una hora después, regresó. Y como había llegado, raudo, se fue. El pastor bajó del árbol. Agradeciendo a los cielos que hubiera pasado desapercibido, buscó el ganado para regresar al pueblo. El sol ya había iniciado su descenso. Pero la curiosidad se apoderó del sentido de la responsabilidad que caracterizaba el zagal y decidió seguir los pasos del caballero. Era buen rastreador y ni le costó seguir las pisadas hasta el lugar donde se detenían. Sin embargo, allí el rastro se tornaba confuso, como si el jinete hubiera estado deambulando sin parar. El pastor escudriñó la zona, pero no halló movimiento de tierra alguno. Estaba convencido de que el caballero había escondido el objeto que portaba, pero no podía averiguar dónde. La imaginación del joven comenzó a divagar por el reino de los sueños, anhelando que pudiera tratarse de un tesoro. Y así el ansia de encontrarlo crecía. Tanto tiempo empleo en la búsqueda que no se percató de que anochecía. Los primeros cantos del búho le devolvieron a la realidad y de un brinco oteó el horizonte entre el tronco de los árboles. Maldiciendo su infausta curiosidad, el zagal se dispuso a regresar con su rebaño, pero algo le hizo frenar en seco. Entre uno de los árboles asomaba un trozo de tela, tan blanco como la luna que ya ascendía hacia su trono. Al acercarse comprobó que el árbol había sido quebrado. Por eso no halló rastro en la tierra, el caballero había hundido su espada en un tronco y escondido la carga. El pastor retiró la madera y allí estaba. El objeto recubierto con una tela que viera portar al jinete horas antes. Retiró el paño con sigilo, esperando que un brillo cegador iluminase sus ojos, pero la mirada se tornó en indiferencia. Ni rastro del tesoro. En su lugar encontró la talla de una virgen. El zagal la tomó en brazos y la llevó a Bogajo, donde relató a los lugareños el hallazgo, eso sí, obviando la parte de la historia que hacía mención al caballero. Desde entonces, es la patrona de la localidad, la Virgen del Peral".

     De hecho, actualmente la imagen de esta virgen preside el altar de la iglesia del municipio, como puedes comprobar en la fotografía situada bajo estas líneas (obtenida del Blog de Manolo Agudo):

Imgane de la Virgen del Peral que actualmente se encuentra en el altar de la iglesia de Bogajo

     La siguiente referencia a Bogajo se encuentra en el Catastro de Ensenada, mediante el cual conocemos aspectos de la vida del lugar en 1752, como el vecindario, la riqueza, el inmueble y semoviente de cada familia, así como los hacendados, forasteros, mayorazgos y propiedades del común; o arbitrios, quehaceres y oficios existentes: labradores, servidores, molineros, vaqueros y pastor.

     En el tomo IV (Página 373) del Diccionario Estadístico Histórico de España de Pascual Madoz, realizado en 1846, se explica cómo era Bogajo en ese tiempo: un casco urbano de calles sin empedrar, con una plaza irregular que formaba un triángulo de veinte a treinta varas en su mayor diámetro, ciento veinte casas de cuatro a seis varas de altura entre las que se halla la municipal con cárcel, escuela de primeras letras dotada con mil reales a la que asisten veinte niños de ambos sexos, parroquia servida por un cura, dos ermitas (la que se conserva hasta nuestros días y otra que estaba situada en el emplazamiento del antiguo Monasterium de Peraria), un humilladero (lugar situado a la entrada del pueblo marcado con una cruz sobre un pedestal. Actualmente se conserva dicha cruz frente al cementerio, sobre su pedestal original) y un cementerio, además de varias fuentes para surtido del vecindario, abrevadero y molinos harineros impulsados por el arroyo Bogajuelo, y el río Huebra en el Puente del Zancado (en la confluencia de este último con el río Yeltes), reconstruido después de 35 años tras ser arruinado debido a una voladura parcial durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) en las escaramuzas militares entre los guerrilleros de la partida de Don Julián Sánchez "El Charro" y las tropas francesas. El presupuesto municipal ascendía a tres mil reales, y se cubría con el arrendamiento de las fincas de Propios, de pan llevar y valles del común.

Fotomontaje del Puente del Zancado por cortesía de Jorge Martín (Bioducto.blogspot.com)

     Además de la destrucción del puente del Zancado o de los Siete Ojos, durante la Guerra de la Independencia las tropas napoleónicas llevaron la desolación a Bogajo, al ser saqueados repetidas veces sus hogares, con un saqueo general por cuatro mil hombres durante cuatro horas el día 13 de Marzo de 1809, en el que los habitantes del municipio perdieron la mayor parte de sus bienes al atribuírseles haber sido sorprendido en la nocturnidad un cuerpo de dragones de las fuerzas españolas acampados en la inmediaciones, ocasionándoles prisioneros y pérdida de armas. Tan triste suceso terminó, para escarmiento, ahorcando de un árbol a dos o tres sujetos. Este acontecimiento está recogido en el comienzo de un libro parroquial del municipio que reza lo siguiente: "Nota. Aquí principia el año de 1803, pues el libro que regía fue rasgado por las tropas francesas, como la mayor parte de los libros de las cofradías, en el cruelísimo saqueo que sufrió esta Iglesia y feligresía, de dichas tropas el día 13 de Marzo de 1809 y así no será difícil falten algunas partidas".

     Éste y otros hechos que tuvieron lugar en el pueblo durante ese conflicto bélico están recogidos en el artículo elaborado para el "Centro de Estudios Mirobrigenses" de Ciudad Rodrigo por Juan José Sánchez-Oro Rosa con motivo del Bicentenario de la Guerra de la Independencia, bajo el título "El impacto de La Guerra de La Independencia en una pequeña localidad: Bogajo", y que relata lo siguiente:

     << Uno de los capítulos de mayor interés en la historia de Bogajo está referido a los sucesos acaecidos durante la Guerra de la Independencia española. Aquellos años agitados depararon a este municipio consecuencias de doble signo. Si, por un lado, la población participó decididamente en los actos de resistencia contra los franceses; por el otro, el conflicto bélico dejó secuelas económicas, materiales y personales particularmente graves. La tierra de Ciudad Rodrigo fue, desde el primer momento, un privilegiado escenario de operaciones. Napoleón comprendió, enseguida, que estaba ante una vía estratégica fundamental para garantizar el acceso de su ejército al área portuguesa. Por esta razón, el despliegue de contingentes bonapartistas en el espacio mirobrigense se realizó de inmediato y, ya en fecha muy temprana, sus generales procuraron controlar las principales plazas del territorio. Simultáneamente a estos hechos, se fue configurando una oposición a la invasión francesa articulada de distintas formas y no siempre bien vertebrada. Así, al lado de las Juntas gubernamentales central y provinciales y del ejército regular, colaboraron en el esfuerzo rebelde los grupos de guerrilla, más o menos sujetos a la citada autoridad central, además de la pura acción popular espontánea e imprevisible protagonizada por ciertas localidades. En este contexto podemos inscribir el papel de Bogajo a diferentes niveles. Consta documentalmente que sus vecinos fueron acusados de participar en una emboscada contra un indeterminado número de dragones franceses acampados en las inmediaciones del pueblo. Al parecer los vecinos se habrían encargado de desarmar a la tropa durante la noche para facilitar el posterior ataque del ejército español. El texto no recoge la fecha en que se produjo el incidente pero, con seguridad, acaeció antes del 15 de febrero de 1810 en que está datado el documento. Por ello, quizás resulte acertado situarlo un año antes cuando en esta área se constituyó un abigarrado dispositivo defensivo y sucedieron diversas escaramuzas y combates entre los bandos rivales. Así, el 17 de enero de 1809 el general galo Lapisse había tomado Salamanca. Desde esta posición y con unos 7000 hombres debía rendir Ciudad Rodrigo y Almeida para enlazar con los mariscales franceses que desde Galicia y Extremadura pretendían ocupar entonces el corazón de Portugal. Una amenaza de tal calibre convirtió en vital el espacio mirobrigense, de tal modo que el brigadier sir Robert Wilson articuló un frente disuasorio de urgencia. El inglés creó una línea en torno al río Yeltes, cuajada de pequeños puestos y con dos centros de apoyo a izquierda y derecha: San Felices de los Gallegos y la Peña de Francia. Cubrió el dispositivo con la Legión Lusitania formada con voluntarios portugueses, que él personalmente lideraba, y también se ayudó de milicianos reclutados de las poblaciones colindantes y varios batallones enviados por el mando alzado. Se trataba, en consecuencia, de frenar el avance imperial a toda costa y para ello fueron necesarias acciones combinadas de la guerrilla, el ejército regular y el vecindario. El militar inglés puso en marcha diversas hostilidades tras acomodarse en la zona. De estas operaciones de distracción y desgaste, un espía, que desde la Salamanca tomada por las fuerzas galas enviaba informes a la villa de Béjar, relató el 28 de febrero de 1809 que "el Coronel de los Dragones que salió el viernes pasado con doscientos hombres de acaballo no habueto, ni de su jente mas que sesenta pues entre Ledesma y Vitibudino los sacudieron bien y oy han entrado otros dos carros de eridos". Y es que unas semanas antes, hacia el día 13, el general Wilson había ordenado al entonces sargento Julián Sánchez que inquietara a la tropa francesa asentada entre Vitigudino y Bogajo. El suboficial español, que sería más tarde conocido como "el Charro", ahora realizaba sus primeras actividades de guerrilla. Una de ellas se resolvió en torno al puente sobre el río Yeltes, capturando quince prisioneros. La víspera, también cerca de Vitigudino, el guerrillero con apenas doce hombres se había apoderado de un convoy de armas, grano, vino y armas y de cinco soldados que los escoltaban. En este tiempo y contexto bélico quizás cabría situar la emboscada atribuida a Bogajo, sin embargo, la victoria resultó efímera. El municipio fue sometido a un virulento "saqueo general por quatro mil hombres y espacio de quatro horas, mandado executar por su general" francés en represalia por atribuirle la participación en los hechos narrados. Mostraron una particular saña en el pillaje "dando orden igualmente de degollar a todo habitante, motivo de que no dejaren haciendas que no derrotaren, ni persona que por pequeña que fuera no atropellasen, hasta llegar su desorden a mandar ahorcar de un árbol a dos o tres sujetos del pueblo". Notoriamente dolidos, los bonapartistas unieron al expolio, degüellos y ajusticiamientos, otras medidas ejemplarizantes como la recaudación de una gran suma de dinero que endeudó a los habitantes de Bogajo. Además, parece que no fue éste el único saqueo que sufrió la población aquellos años, pero sí el más grave y en el que los franceses procuraron ocasionar el mayor escarmiento. A los problemas emanados de las circunstancias precedentes, los vecinos también debieron sumar y hacer frente a otros compromisos económicos que aumentaron lo apurado de la situación. Durante todo el conflicto, tanto la parte francesa como la española reclamaron a las distintas corporaciones locales recursos con los que financiar sus respectivos ejércitos. El no satisfacer estos requerimientos podía conllevar un asalto directo del lugar de consecuencias mucho más gravosas, por lo que las poblaciones procuraban colaborar por cualquier medio. Recibida la petición en el municipio, el procedimiento consistía en reunir a los vecinos del concejo a "campaña tañida". En la reunión se exponían las necesidades monetarias o de abastecimiento de la tropa y se intentaban cubrir tales demandas con una colecta sobre el vecindario. Pero no siempre se podía sufragar el coste solicitado por esta vía y fue necesario arbitrar mecanismos indirectos. El más difundido, y cuya aplicación vemos en Bogajo, implicaba la venta en pública subasta de los bienes comunales y de propios. De este modo, los vecinos de Bogajo incapaces de aportar las sumas reclamadas, "unánimemente deliberaron o acordaron fundados en la Orden Circular del Excmo. y Señor Capitán General Galluzo, cuya copia aún existe en algunos pueblos que la sacaron como en éste, que da facultad para vender lo preciso de la tierra de propios y concejiles bajo ciertos requisitos para las necesidades urgentes de suministros a las tropas y contribuciones, llevando cuenta y razón la Justicias, no solo del valor de cada finca, previo taso o subasta y remate de ella, que de cualquier cosa debe constar del libro de acuerdos de Ayuntamiento, sino de su inversión, que se hará ver por documentos o recibos) acordaron vender en proporción de los apuros y según sea necesario de la tierra de propios y concejiles de este pueblo". Se actuó, por tanto, amparados por ciertas directrices legales, aunque emanadas de una autoridad militar y no del poder central. Era una de esas "desamortizaciones atípicas" de urgencia con un interés porque el proceso se llevara a cabo del modo más escrupuloso posible. Pero sabemos que ni el marco legislativo, dado el desorden gubernamental rebelde, fue siempre el más apropiado en cada caso, ni la ejecución del mismo se realizaba con las debidas cautelas por la falta de representantes de la autoridad civil superior que garantizasen una ejecución transparente de la normativa. En consecuencia, muchas subastas fueron aprovechadas por los vecinos más pudientes de algunas localidades para acaparar numerosas fincas a bajo precio y/o, en muchas ocasiones, las ventas supusieron una severa merma del patrimonio comunal de algunos ayuntamientos. Fenómenos de abuso e irregularidades de este tipo proliferaron en la provincia de Salamanca donde diversos municipios, incluso, llegaron a privatizar la totalidad de sus tierras de propios. El caso de Bogajo parece no ser ajeno a este panorama. En 1826 se estaba en pleno proceso revisionista de las ventas ocurridas durante la guerra y el Intendente Provincial reclamó al consistorio de Bogajo los expedientes con las formalidades legales en los que deberían haberse registrado la enajenación de bienes comunales. El ayuntamiento de Bogajo contestó que no existían por "no dar tiempo a ello, las perentorias y apuradas circunstancias, y sí solo algunas escrituras y recibos de haver pagado los compradores, la cantidad en que fueron tasadas o rematadas y adjudicadas, y responsabilidad del vecindario, que igualmente consta del libro de acuerdo de los Ayuntamientos de aquellos años". A pesar de reconocer no contar con toda la documentación pertinente y haber incumplido varias formalidades de las adjudicaciones, pudo cifrar la desamortización de 1810 a 1812 en 94 fincas por valor de 133.129 reales y una extensión afectada de 564 fanegas. En el "Libro del Bastón", elaborado cuarenta años atrás, se registraron 3300 fanegas como superficie útil, de pasto y siembra, en el término municipal; una cantidad idéntica a la recogida por el catastro de Ensenada en 1752. Pero, recordemos que este censo desglosó las tierras de propios y comunales en 528 fanegas de labranza concejiles (de un total de 2100 fanegas cultivables) y 1200 fanegas de pastos privados y comunales. Estos datos nos permiten deducir que los bienes subastados durante la contienda no fueron inferiores al 32,5 % de la propiedad comunal, porcentaje aún mayor si tenemos en cuenta que en el total de fanegas se incluyen conjuntamente los pastos privados y públicos cuyo reparto exacto desconocemos. Por ello, es muy probable que la desamortización final rondara la mitad o más del patrimonio comunitario. Este trasvase de fincas a manos particulares mermó sensiblemente el peso específico del consistorio en la localidad y debió aumentar la desigualdad social. Aunque, como hemos indicado, hubo reiterados intentos de cuestionar las transacciones realizadas durante la guerra por no haberse ejecutado con las suficientes garantías, finalmente fueron reconocidas. En virtud de decreto de las Cortes con fecha 20 de noviembre de 1836 se otorgó la plena posesión de las fincas "a los que hayan acreditado ó acrediten ante los Gefes políticos y las Diputaciones provinciales su legítima adquisición, por medio de los documentos que la época misma permitió formalizar, ó por los supletorios á juicio de dichas Autoridades". Con esta disposición de amplio margen, que aceptaba los hechos consumados, quedó regularizado y zanjado este espinoso asunto. Por último, mencionaremos que además de las pérdidas humanas y económicas de la guerra, dentro de las materiales estuvo el citado puente sobre el Yeltes que todavía permanecía arruinado treinta y cinco años después de la finalización del conflicto. Circunstancia que perjudicaba seriamente la comunicación de Bogajo con el norte. >>

     Para conocer más detalles de acontecimientos sucedidos en Bogajo en el pasado, puedes consultar las siguientes secciones, con noticias antiguas aparecidas en la prensa entre los años 1885 y 1928, documentos oficiales del archivo municipal, y antiguas fotografías hechas en el pueblo:

>> Noticias antiguas sobre Bogajo aparecidas en la prensa de la época

>> Sello oficial del Ayuntamiento de Bogajo en el año 1876

>> Certificados expedidos por el Ayuntamiento de Bogajo en el año 1922

>> Cartilla de enseñanza primaria de la escuela de Bogajo en el año 1961

>> Galería de antiguas fotografías de Bogajo

 

Ficha Técnica
Portada del libro "Bogajo, un pueblo con historia"
   
Título: BOGAJO, UN PUEBLO CON HISTORIA
Autores: José Bravo Román, José Luis Herrero Martín, Jesús Bravo Román
Edita:

 

Ediciones de la Diputación de Salamanca (en colaboración con Caja Duero y  el Ayuntamiento de Bogajo)
Colección: Serie Ayuntamientos, Nº 22
Año: 2006
Dimensiones: 17 x 24 cm. 288 páginas
ISBN:

84-7797-253-2

Precio:

13,46 €

 

Bogajo, un pueblo con historia

    La ausencia, la lejanía y la responsabilidad del "maestro de escuela", han sido los motivos impulsores de esta obra, que sólo pretende ser de referencia. Queda mucho por decir, la memoria de "nuestros mayores" supone una fuente que debe ser aprovechada. A partir de ahora, empieza el tiempo de los demás, alumnos estudiantes, amantes de Bogajo y su historia...

Serie Ayuntamientos

    Esta colección de monografías locales posee una vocación muy clara: servir como instrumento difusor de cuantos aspectos -históricos, artísticos, etnográficos, etc.- merezcan ser reseñados en cada uno de los pueblos, villas y ciudades de la provincia de Salamanca.

    Las carencias de recursos editoriales de los municipios de la provincia, hacen necesaria esta colección, que a través de la colaboración estrecha entre los Ayuntamientos y la Diputación da respuesta a una demanda creciente: la profundización en el conocimiento de nosotros mismos.

    Las publicaciones de la Diputación de Salamanca abren, así, una puerta más de servicio a la provincia.

>> Últimas publicaciones de la "Serie Ayuntamientos"

    Para información y pedidos, dirigirse a:

 
www.dipsanet.es

 

 

 

DIPUTACIÓN DE SALAMANCA
Departamento de Cultura (Publicaciones)
c/. Felipe Espino, 1, 2ª planta
37002 Salamanca (España)
Teléfono 923 29 31 00. Ext. 617
Fax 923 29 31 29
E-mail: ediciones@lasalina.es
http:// www.lasalina.es