Galería de fotos: los quintos
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     Antiguamente era tradición celebrar la fiesta de los quintos, en la que participaban los mozos del pueblo que cumplían la mayoría de edad. La fiesta se celebraba el 20 de enero, día de San Sebastián, y duraba todo el día. Durante la mañana se celebraba una misa cantada y, acto seguido, los quintos sacaban al santo en procesión. A continuación se ofrecía un convite y por la tarde, al son de un tamboril, los mozos tomaban parte en lo que era la celebración en sí:  la llamada "carrera de los gallos". Para ello utlizaban caballos, mulos o burros; que cubrían con adornos multicolores, cintas y flores. También engalaban las monturas y tras ataviarse para la prueba con una camisa blanca y una liga de colores en el brazo (normalmente regalo de cada novia, si ya la había, o de alguna hermana) que los diferenciaba, colocaban dos carros separados a una cierta distancia y enfrentados, con sus respectivas pértigas hacia arriba, entre las cuales discurría una soga de la que se colgaba un gallo vivo atado a la soga por sus patas. El festejo consistía en pasar al galope entre los carros y, sin detenerse, intentar arrancar la cabeza del gallo y salir con ella como trofeo; misión nada sencilla a la par que necesaria, porque, por un lado, en un extremo de la soga, había una persona que se encargaba de levantar el gallo lejos del alcance del jinete cuando éste reducía el galope o se detenía bajo el gallo y, por otro lado, porque el hecho de no ser capaz de llevar a cabo la misión, suponía, para el público presente, no ser un buen jinete y no "valer para quinto", es decir, no demostrar condiciones para el servicio y, como consecuencia, se reducían considerablemente las posibilidades de ser aceptado por la chica elegida y por la familia de la misma. Al final, después de varios intentos, y con  mayor o menor ayuda por parte del que tiraba de la soga, todos demostraban estar listos. Una vez finalizada la carrera, las hermanas de los quintos se encargaban de pelar los gallos y preparar una cena conjunta a la que cada uno de los quintos podía llevar un invitado. Mientras se preparaba la cena, baile por la tarde con tamborilero. Después de la cena, baile por la noche. El baile de la noche exigía que los quintos fueran "a pedir las mozas" a sus padres, a solicitar el permiso correspondiente, casa por casa,  para llevarlas al baile y a adquirir el compromiso correspondiente también de acompañarlas a su finalización. Esta responsabilidad de los quintos se extendía a lo largo del año cada vez que se pretendía una sesión de baile y tamboril por la noche. Por lo tanto, ésta era su primera tarea y su primer servicio antes de "irse a la mili".

     Aquí tenéis las fotografías de la celebración de dos años distintos: unas del año 1979 y otras de mediados de la primera mitad de los años 80.

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     Estas fotos son las de los años 80:

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